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Los primeros informes sobre el aumento tisular mediante la implantación subcutánea de pequeños injertos adiposos aparecieron hace más de un siglo, con el cirujano alemán Neuber. Más tarde, con el descubrimiento de la jeringa, Brunning inyectó grasa por primera vez en 1911, pero la reabsorción significativa y la necrosis grasa despopularizaron esta técnica. No fue hasta la liposucción y el concepto de microinjerto de grasa cuando resurgió con éxito el uso del lipoaspirado para el aumento de tejidos blandos.
Paralelamente a los esfuerzos iniciales por injertar grasa, se intentó inyectar otros materiales sintéticos para dar volumen a los tejidos blandos. En 1899, Robert Gersuny inyectó por primera vez vaselina, mientras que, más tarde, Eckstein utilizó parafina para corregir fístulas y hernias y conseguir un aumento estético de los tejidos blandos. Sin embargo, desde el principio se notificaron complicaciones graves como reacciones inflamatorias granulomatosas y formación de nódulos, embolización y migración, pese a lo cual la parafina siguió utilizándose durante más de dos décadas antes de ser abandonada.
Los primeros informes sobre el uso de silicona datan del final de la Segunda Guerra Mundial en Japón, cuando numerosas mujeres se inyectaron los pechos con silicona de grado no médico. Poco después, en 1947, el Dr. James Barrett Brown utilizó por primera vez en EE.UU. la silicona para la corrección de déficits de tejidos blandos. Al mismo tiempo, la silicona dura y de caucho se utilizó para crear implantes aloplásticos. Sin embargo, los primeros experimentos fallidos con animales sugerían que la silicona inyectable era segura, y los médicos se basaron en gran medida en esta información incorrecta. La popularidad de la técnica dio lugar a numerosas complicaciones, como la formación de bultos, la migración, la ulceración y la extrusión.
En 1981, el colágeno bovino fue el primer relleno aprobado por la FDA para el aumento de tejidos blandos, y pronto se convirtió en el patrón oro con el que se comparaban todos los rellenos. Su rápida reabsorción y su carácter alergénico dieron lugar a una serie de esfuerzos para desarrollar un compuesto que no provocara reacciones alérgicas y que durara más tiempo. No fue hasta dos décadas más tarde cuando el AH estuvo disponible para uso clínico. El AH encontró múltiples usos médicos antes de ser aprobado en EE.UU. como relleno de tejidos blandos.
La gran demanda y el éxito de los productos de AH condujeron a una intensa búsqueda de productos similares al AH, que no provocaran reacciones de hipersensibilidad y fueran más duraderos.